"En la lucha contra la realidad, el hombre tiene solo un arma: la imaginación."

¡Buenas!

Os traigo información: continuo escribiendo a mi acostumbrada lentitud. Se que dije que subiría dos microrrelatos, pero como soy RETRASADO pues se me pasó la fecha del concurso y he decidido guardármelos para el próximo al que me apunte.
Así que...nada más. Fin de la trasmisión.

Próximas entradas

¡Buenas!

Me sigue faltando tiempo para publicar algo más que las reseñas del "Loco y único Mundo" (Que de hecho voy con un día de retraso) En un futuro subiré dos microrrelatos que presentaré a un concurso, obviamente hasta que no digan quien es el ganador no los publicaré, pero queda avisado. Tengo uno escrito, me falta el otro, que no se si lo escribiré para el concurso o no. Por mi parte nada más que añadir. ¡Buena caza!


Estoy... ocupado.

¡Buenas!

     Se que hace mucho que no escribo y que realmente os da igual por que dudo que alguien me siga de forma regular, pero la razón de eso es porque tengo numerosas cosas que hacer y no tengo todo el tiempo que quisiera para escribir. Hace poco he empezado la universidad y las clases de inglés, lo que ya me quita bastante tiempo, además voy a empezar con las clases de conducir. Ergo no tendré demasiado tiempo. Aun así decidí que no podía quedarme sin escribir nada a sí que me he comprometido a hacer reseñas en un Blog que no es el mio, para "obligarme" a ser constante. Os lo dejaré al final de esto por si os interesa.

     Realmente poco más que añadir, espero tener pronto el siguiente capítulo del "Campamento del Lago" y terminar por fin el relato de "La Chica Atea" que se lo dejé leer a un amigo y parece ser que le gustó, pero no está acabado. Así que...¡Nos leemos!



Blog-----> http://locoyunicomundo.blogspot.com.es/

La Guardia Dorada



La guerra se acerca: los ancianos lo saben, las mujeres la temen y los soldados la esperan con la resignación del que sabe que no puede evitarla. 

Olvidadas quedaron ya las heroicas leyendas de los guerreros de antaño, que la enfrentaban con la cara descubierta y el valor como estandarte. Eran otros tiempos y ahora, solo restaba esperar, pues el final se acercaba. Poco a poco el enemigo había ido arrasando los territorios del este... del oeste... del norte... No había escapatoria, aunque algunos decían que debíamos abandonar la relativa seguridad de los muros y avanzar a sangre y fuego por el sur. ¿Pero para qué? En el sur no había nada, solo unas pocas aldeas dispersas que no tardarían en caer bajo el poder enemigo.
 Estas y otras cavilaciones menos halagüeñas inundaban mi mente mientras me dirigía al patio de armas a pasar revista a las tropas. Como capitán de la Guardia Dorada era mi obligación mantener a nuestros soldados entrenados, aunque pensara que no iba a servir para nada.
En una de esas revistas, empezó a sonar la alarma. Y mirando al horizonte grité: -¡A las murallas!. Toda la  Guardia Dorada fue hacia el portón, a la vez que los arqueros se dirigían a las almenas y que yo, buscaba al general. Cuando lo encontré ya estaba pertrechado y oteando el horizonte, desde su situación se veía mejor y no había un gran ejército como me temía, eran solo unos pocos jinetes que hondeaban un ajado estandarte de la Unión de Aldeas Sureñas.

Abrieron las puertas y  antes de que dijeran nada, todos sabíamos que la pequeña esperanza de que las aldeas del sur resistieran, se había esfumado.  Los jinetes fueron recibidos por el general con un silencio sepulcral, él les instó a que descansaran un poco y que después le contaran los hechos, sin embargo los jinetes no accedieron a descansar sin antes contarle lo ocurrido: Un gran ejercito del Enemigo se dirigía hacia aquí desde el sur.
 Eramos oficialmente el último bastión de los hombres y una gran horda se cernía sobre nosotros.

Tres días después de la llegada de los jinetes volvía a sonar la campana y esta vez ya sabíamos que significaba la enorme humareda que se alzaba en el horizonte. Solo tuve que mirar a mis soldados, la élite de los guerreros de la ciudad, para confirmar la orden no dicha de ir a las murallas.

El sol empezaba a ponerse y aún no habían llegado, mala noticia, pues quería decir que llevaban consigo maquinaria de asedio. Cuando ya casi era de noche, las hordas del enemigo pararon frente a las murallas al toque de los tambores.



Antes que nada, esta no es la historia que  pensaba subir, que aún no está terminada, pero me pareció que esta os gustaría.
Solo uno más


            Miré por la ventana, estaba lloviendo. Perfecto, hacía frío y llovía, no podía ser más feliz. Cogí un paraguas negro, nada acorde con mi humor, pero si con mi cazadora de cuero, y salí a la calle.
En un principio pensé en no abrir el paraguas, pero llovía demasiado y mi querida cazadora no tenía gorro. Así que lo abrí y me refugié en él mientras pensaba las palabras que una vez me dijo un amigo, citando a Shakespeare "Dices que amas la lluvia, pero abres tu paraguas cuando llueve, dices que amas el sol, pero buscas una esquina con sombra cuando el sol brilla" La verdad, me sentía un poco falso por llevar paraguas, pero lo que me gusta es ver llover no mojarme...Si no tengo gorro, claro. De todos modos esa no era la razón  ese día pasaba algo especial, nos habían convocado a todos. Y te preguntarás ¿A quienes? Muy fácil a Nosotros. A todos los que queríamos hacerlo. 



             Al llegar no había nadie, rápidamente lo comprendí: Nunca encontraría a nadie que quisiera hacerlo, estaría siempre solo. Miré a la lejanía de la calle, ya nada tenía sentido. Estaba apunto de irme cuando oí el inconfundible parlotear de un grupo de chicas. Imposible, pensé. Y en efecto, pasaron de largo. Riéndome de mi mismo por haber pensado en algún momento que vendrían a la reunión, me dispuse a irme. <<Hola!¿eres nuevo?>> Me pregunto una voz. Me giré <<Eh.. Si, hola>>. Era una chica, parecía solo un poco mayor que yo. <<¿Quieres subir?>> Preguntó sonriendo <<Supongo, no se como va esto>> <<Sígueme yo te explico>>


            Me hizo entrar en un gran edificio que estaba a nuestras espaldas, me lo enseñó, era la sede donde se celebraban estas reuniones. Entramos en una sala bastante grande, como una especie de salón de actos. Esperamos, y esperamos... Sin embargo parecía que no iba a venir nadie más, aunque a mí con ella me bastaba, pero sonó un ruido de gente subiendo escaleras y empezaron a llegar: primeros grupos pequeños, luego más grandes, hasta que se llenó al sala. Sentí que unas fuerzas renovaban mis energías y que mis ideas ya no eran imposibles. No podía creérmelo,  no estaba solo y encima toda esa gente pensaba lo mismo que yo, que el mundo andaba mal y que había que cambiarlo. 
Ultimas noticias!

Sigo vivo! que conste... He estado ocupado estos días... semanas... pero hoy vuelvo! Ya he empezado a escribir mi próximo relato, que será nuevo, no ninguna segunda parte.  Pero primero tengo que escribir una cosa que no subiré ya que será para un regalo, que espero que no este leyendo esto a quien se lo voy a dar, que para algo he quitado el link del tuenti...Cuando termine, tengo que escribir una opinión sobre una pelicula para una revista: "Los Juegos del Hambre" Eso si lo subiré, y luego ya, hecho todo eso... Terminaré el relato que se llamará, si no cambio de opinión, "La chica atea".
 Pues... eso ha sido to-todo amigos!

Sherlock Holmes y el caso de la espada

          Watson estaba en la escena del crimen, hacía unas horas le habían informado de que acababan de asesinar, nada menos que a la Reina de Corazones, muy cerca de un bosque llamado Turgal.
Watson esperaba impaciente la llegada de Sherlock, su inseparable compañero de fatigas. Este estaba ocupado investigando un segundo caso, o eso le dijo a Lestrade cuando le preguntó por él, en realidad se había quedado dormido.
Cuando Holmes llegó, la escena no era menos pintoresca que cuando llego Watson junto al inspector y los criminólogos. La pobre Reina estaba tumbada boca arriba vestida con su traje de corazones, pero este estaba lleno de sangre. Una gran espada sobresalía de su espalda a la altura de los omóplatos. Nada más entrar, el inspector Lestrade le asaltó.

-¿Qué tal lleva su otra investigación, detective?
-Mi… mi otra investigación…-dijo mirando a Watson que le hizo una seña llevándose la mano al puente de la nariz.- Oh! Si, mi otra investigación va bastante bien. Aunque creo que podré ocuparme de las dos si es necesario.
-Me alegro, porque esta se presenta bastante completita.
-Déjame ver…-le dijo mientras se agachaba.

Al examinar a la victima se percató de varias cosas…

-El asesino era conocido por la víctima, ni su vestido ni sus extremidades demuestran ningún tipo de lucha defensiva. ¿Tiene algún sospechoso?-pregunto Holmes
-No, no han dejado ninguna huella y todos sus conocidos tienen coartada.
-Vaya, vaya… Alguien miente…-farfulló mientras seguía buscando pistas.-¿Qué se sabe del arma homicida?
-Una antigua espada que pertenece a Godric Griffindor, ya he hecho llamarle-le explicó Lestrade.
-¿Llamarle?-se preguntó Watson- Pero si murió hace años…Habría que llamar a su actual dueño, un tal Harry.
-Eh… Lo… lo haré llamar.- titubeó el inspector.
-Y también a sus amigos cercanos- añadió Holmes- me gustaría volver a interrogarlos.

Dos horas después Watson, Lestrade y Holmes se encontraban en la sala con uno de los cuatro sospechosos del asesinato de la Reina. Se llamaba Harry Potter y era el actual dueño del arma homicida.

-Usted es Harry Potter, ¿verdad?-preguntó Lestrade con aires importantes.
-Si, Señor.-le respondió Harry.
-Se le a relacionado directamente con la victima a través de este arma-dijo Lestrade sacando la espada llena de sangre metida en una bolsa de plástico transparente.
-Esa espada no es mía, es de Longbotton. Se la di al terminar el asedio de Hogwart, en el cual no vi ninguno de tus agentes.
-¿De qué conocías a la victima?-siguió Lestrade ignorando el comentario.
-De nada, es la primera vez que la veo-dijo Harry con un tono ligeramente alterado. Algo que no pasaron por alto ni Watson ni Holmes.
-¿Estás seguro?-le pregunto Watson, más impetuoso que Holmes.
-Si, bastante.-respondió rápidamente Harry dándose cuenta de su error.

Lestrade reaccionó rápidamente al darse cuenta el también.

-Si no nos dices la verdad, llamaremos a tus padres.

Watson y Holmes le miraron rápidamente con cara de espanto.

-¡Quiero un abogado!, me niego a hablar con este tipo.-les soltó enfadado.
-Ya puedes irte, Harry, pero no te vayas de la ciudad, es probable que te volvamos a llamar.
-De acuerdo-les dijo a regañadientes.

Unos minutos después se encontraban delante del Sr. Conejo.

-Buenosdías, muchachos-les saludó Conejo
-Buenosdías-le respondieron estos.
-Supongo que sabe porque le hemos hecho llamar.-le dijo Holmes
-Si, ha sido una pena la muerte de la Reina-dijo apenado.
-¿Dónde se encontraba cuando sucedió?-le preguntó Lestrade.
-Estaba en mi madriguera tomando un te con Alicia.
-¿De que conocías a la victima?-Siguió preguntando.
-En realidad no de mucho, era Alicia la que solía estar con ella, casi no hablábamos.
-¿Has visto alguna vez esto?-dijo Lestrade sacando el arma homicida.
-No, nunca.
-De acuerdo, puede irse pero recuerde no alejarse demasiado. Volveremos a llamarle.

Tras unos segundos de espera, Alicia entró en la sala. Se la veía muy nerviosa.

-Buenosdías-le saludo cordialmente Watson.
-Bue... Buenosdías. -respondió Alicia
-¿Qué tal todo Alicia?-le pregunto Watson intentando tranquilizarla.
-Bie… Bien-le dijo y empezó sollozar- les prometo que yo no he sido.
-Tranquila, tranquila-le dijo Holmes-¿Dónde estabas cuando ocurrió todo?
-Es… Estaba con el, el Señor Conejo…
-¿Y que hacíais?
-To…tomábamos café.
-Café… o té…-pensó Holmes. Algo no cuadraba.
-¿De que conocías a la victima?
-Me invito a su castillo, hace mucho. He hicimos amistad-dijo más tranquila.
-¿Y al señor conejo?
-Al…al señor Conejo, lo conocí la primera vez que fui al Pais de las maravillas, fue mi guía.
-Bien, muchas gracias, puede irse Señorita.

Alicia salió de la sala con paso ligero, y nada más cerrar la puerta los detectives empezaron ha compartir opiniones.

-Y bien, ¿que pensáis?-pregunto Holmes.
-Pienso que ha sido Harry, utilizó la excusa de sus padres para largarse sin terminar el interrogatorio. Tiene acceso a la espada.-dijo Lestrade.
-Discrepo, Harry no tenía motivos, pienso que ha podido ser Alicia.-compartió Watson
-¿La pobre chica? Lo dudo -respondió Lestrade
-No lo descartes, pero yo esperaría a interrogar al Sr. Longbotton y de nuevo a Harry.
-Si, creo que será lo más acertado-le apoyó Watson.
-Como queráis- les dijo Lestrade


A la mañana siguiente se reunieron otra vez en la misma sala.

-Buenosdías, a todos.-dijo uno.
-Igualmente-respondieron los otros dos.

Lestrade salió y pidió a Longbotton que entrara. Este entró con una bolsa de deporte que dejó a sus pies al sentarse. Después de saludarse adecuadamente le preguntó Lestrade.

-¿Conoces el motivo por el que te hemos hecho venir?
-Si, desgraciadamente si.
-¿Conoces esa espada?-preguntó señalando a la espada que estaba encima de la mesa
-Si es la espada de Griffindor, sin embargo no es la verdadera, la verdadera la tengo yo-les dijo abriendo la bolsa de deporte y sacando una espada exactamente igual a la que había dentro de la bolsa de plástico.
-Sorprendente…¿Sabes que hace esa falsa espada ahí?-le preguntó Holmes
-No, sin embargo se de quien es.
-¿De quien?- le increpó Lestrade
-De Harry, hicimos una imitación para que el también la tuviese.
Lestrade miro a Holmes y después a Watson con aires de triunfo.
-¿Dónde estabas a la hora del crimen?-siguió preguntando Watson.
-En Hogwarts, exactamente en la casa común de Griffindor. El retrato guardián puede demostrarlo.
-Bien muchas gracias, puedes marcharte.
-Gracias a vosotros, espero que encuentren al asesino.
-Eso haremos-le aseguraron. Lestrade acompañó a Longbotton y se quedo fuera mientras Harry entraba.

-Bienvenido de nuevo- le dijo Holmes a Harry
-Gracias
-Harry, ¿esta espada es la verdadera?
-¿Por qué debería de saberlo?
-Por que es tuya-le aclaró Watson
-¿Mia? ¡No! La mia la tiene el Sr. Conejo
-¿el señor conejo? ¿De que lo conoces?
-Lo conocí en el entierro de mi padrino Sirius. Y se interesó mucho por ella, así que se la pedí a Longbottom para hacer una copia, la cual entregué al señor Conejo.
-Comprendo-dijo ligeramente contrariado Lestrade.
-Puede marcharse.
-Gracias

Después hicieron un descanso para ir a comer.

-¿Quien creéis que ha sido?-preguntó Holmes
- ¡El conejo! El tenía la espada, y pudo matarla por que en el fondo la odiaba- le respondió Lestrade .
-Sin embargo tiene una cuartada sólida…-pensó en voz alta Watson
-No se si os disteis cuenta de que Alicia dijo que fueron a tomar un café y el dijo un té…-siguió Holmes.
-Pudo ser simplemente porque ella tomó café y el té.-les dijo Watson
-Si puede ser eso…-dijo no muy convencido Holmes
-Estoy seguro de que es él-insistio Lestrade
-Debemos interrogar de nuevo al Sr. Conejo.-propuso Watson.

Una hora después estaban de nuevo en la sala junto al Sr Conejo. Despues de los saludos empezó de nuevo el interrogatorio.

-Nuevas informaciones nos hacen pensar que el arma del crimen era tuya.-empezó Lestrade
-¿Mia? No creo.
-El señor Harry ha dejado claro que te la prestó.-le acusó Watson
-Sí, pero no es mía es suya. Además me la robaron, no sé quien era.
-¿Puedes describirlo?
-Si, fue un chaval moreno y con cara de panoli.
-Espere un momento-le dijo Holmes y fue a buscar a Longbotton.

Cinco minutos más tarde llego Sherlock con Longbotton.

-¿Es este? –preguntó
-¡Si! Es él.-

Nada más terminar la frase Longbotton se zafó de Holmes y salió huyendo.

-¡Maldita sea!- gritó

Holmes se lanzó a su persecución junto con Watson. Entre los dos consiguieron cerrarle el paso y esposarle.

-Juro que yo no fui, fue la chica y el conejo, ellos me obligaron -gritó.

Watson buscó al señor conejo, pero ya no estaba. Alicia llevaba un rato sentada fuera. Al verlos, salió corriendo de la comisaría imaginándose que Longbotton se había chivado. Sherlock y Watson la persiguieron. Al girar la esquina la perdieron de vista, pero Watson, al llegar a esta, vio de reojo un ligero movimiento en un callejón que había detrás de la comisaría y salió corriendo tras ella. Alicia con un rápido movimiento de parkour saltó un muro que se encontraba en su camino pero Watson tras intentarlo repetidamente se rindió, nunca conseguiría saltarlo. Alicia ya se creía libre cuando al girar la esquina se dio de bruces con Holmes que intentó agarrarla, pero nuevamente se escapó. Holmes la siguió pero ella sacó un pequeño revolver y disparó hacia él con tan buena puntería con para acertarle en un rodilla impidiendo su persecución. Alicia siguió corriendo, pero se encontró con el Señor Conejo apuntándola con una recortada.

-¡No te muevas! Tira el arma y no te muevas, ¡en nombre de la Reina!
-¡Eras tú! Maldito traidor...pero ya no puedes hacer nada por tu querida Reina.

El Señor Conejo la apresó y esperó a que llegasen los detectives.

Dos días después, Holmes entregó el informe al inspector Lestrade. En este ponía todo con grandes detalles, especificando la razón:

La víctima fue asesinada por Alicia Sunderland la cual pertenecía a un grupo de resistencia anti-monárquico que intentaba derrocar a La Reina de Corazones. A este grupo pertenecían tanto Alicia y Longbotton como el Conejo, sin embargo este último era un infiltrado al servicio de la Reina que velaba porque todos sus misiones fallaran. Lamentablemente el asesinato de la Reina no pudo evitarse, Alicia sospechaba de un infiltrado y dio muy pocos detalles ocupándose ella misma de la operación "Jaque Mate".