"En la lucha contra la realidad, el hombre tiene solo un arma: la imaginación."
Antes que nada, esta no es la historia que  pensaba subir, que aún no está terminada, pero me pareció que esta os gustaría.
Solo uno más


            Miré por la ventana, estaba lloviendo. Perfecto, hacía frío y llovía, no podía ser más feliz. Cogí un paraguas negro, nada acorde con mi humor, pero si con mi cazadora de cuero, y salí a la calle.
En un principio pensé en no abrir el paraguas, pero llovía demasiado y mi querida cazadora no tenía gorro. Así que lo abrí y me refugié en él mientras pensaba las palabras que una vez me dijo un amigo, citando a Shakespeare "Dices que amas la lluvia, pero abres tu paraguas cuando llueve, dices que amas el sol, pero buscas una esquina con sombra cuando el sol brilla" La verdad, me sentía un poco falso por llevar paraguas, pero lo que me gusta es ver llover no mojarme...Si no tengo gorro, claro. De todos modos esa no era la razón  ese día pasaba algo especial, nos habían convocado a todos. Y te preguntarás ¿A quienes? Muy fácil a Nosotros. A todos los que queríamos hacerlo. 



             Al llegar no había nadie, rápidamente lo comprendí: Nunca encontraría a nadie que quisiera hacerlo, estaría siempre solo. Miré a la lejanía de la calle, ya nada tenía sentido. Estaba apunto de irme cuando oí el inconfundible parlotear de un grupo de chicas. Imposible, pensé. Y en efecto, pasaron de largo. Riéndome de mi mismo por haber pensado en algún momento que vendrían a la reunión, me dispuse a irme. <<Hola!¿eres nuevo?>> Me pregunto una voz. Me giré <<Eh.. Si, hola>>. Era una chica, parecía solo un poco mayor que yo. <<¿Quieres subir?>> Preguntó sonriendo <<Supongo, no se como va esto>> <<Sígueme yo te explico>>


            Me hizo entrar en un gran edificio que estaba a nuestras espaldas, me lo enseñó, era la sede donde se celebraban estas reuniones. Entramos en una sala bastante grande, como una especie de salón de actos. Esperamos, y esperamos... Sin embargo parecía que no iba a venir nadie más, aunque a mí con ella me bastaba, pero sonó un ruido de gente subiendo escaleras y empezaron a llegar: primeros grupos pequeños, luego más grandes, hasta que se llenó al sala. Sentí que unas fuerzas renovaban mis energías y que mis ideas ya no eran imposibles. No podía creérmelo,  no estaba solo y encima toda esa gente pensaba lo mismo que yo, que el mundo andaba mal y que había que cambiarlo. 

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