"En la lucha contra la realidad, el hombre tiene solo un arma: la imaginación."

Sherlock Holmes y el caso de la espada

          Watson estaba en la escena del crimen, hacía unas horas le habían informado de que acababan de asesinar, nada menos que a la Reina de Corazones, muy cerca de un bosque llamado Turgal.
Watson esperaba impaciente la llegada de Sherlock, su inseparable compañero de fatigas. Este estaba ocupado investigando un segundo caso, o eso le dijo a Lestrade cuando le preguntó por él, en realidad se había quedado dormido.
Cuando Holmes llegó, la escena no era menos pintoresca que cuando llego Watson junto al inspector y los criminólogos. La pobre Reina estaba tumbada boca arriba vestida con su traje de corazones, pero este estaba lleno de sangre. Una gran espada sobresalía de su espalda a la altura de los omóplatos. Nada más entrar, el inspector Lestrade le asaltó.

-¿Qué tal lleva su otra investigación, detective?
-Mi… mi otra investigación…-dijo mirando a Watson que le hizo una seña llevándose la mano al puente de la nariz.- Oh! Si, mi otra investigación va bastante bien. Aunque creo que podré ocuparme de las dos si es necesario.
-Me alegro, porque esta se presenta bastante completita.
-Déjame ver…-le dijo mientras se agachaba.

Al examinar a la victima se percató de varias cosas…

-El asesino era conocido por la víctima, ni su vestido ni sus extremidades demuestran ningún tipo de lucha defensiva. ¿Tiene algún sospechoso?-pregunto Holmes
-No, no han dejado ninguna huella y todos sus conocidos tienen coartada.
-Vaya, vaya… Alguien miente…-farfulló mientras seguía buscando pistas.-¿Qué se sabe del arma homicida?
-Una antigua espada que pertenece a Godric Griffindor, ya he hecho llamarle-le explicó Lestrade.
-¿Llamarle?-se preguntó Watson- Pero si murió hace años…Habría que llamar a su actual dueño, un tal Harry.
-Eh… Lo… lo haré llamar.- titubeó el inspector.
-Y también a sus amigos cercanos- añadió Holmes- me gustaría volver a interrogarlos.

Dos horas después Watson, Lestrade y Holmes se encontraban en la sala con uno de los cuatro sospechosos del asesinato de la Reina. Se llamaba Harry Potter y era el actual dueño del arma homicida.

-Usted es Harry Potter, ¿verdad?-preguntó Lestrade con aires importantes.
-Si, Señor.-le respondió Harry.
-Se le a relacionado directamente con la victima a través de este arma-dijo Lestrade sacando la espada llena de sangre metida en una bolsa de plástico transparente.
-Esa espada no es mía, es de Longbotton. Se la di al terminar el asedio de Hogwart, en el cual no vi ninguno de tus agentes.
-¿De qué conocías a la victima?-siguió Lestrade ignorando el comentario.
-De nada, es la primera vez que la veo-dijo Harry con un tono ligeramente alterado. Algo que no pasaron por alto ni Watson ni Holmes.
-¿Estás seguro?-le pregunto Watson, más impetuoso que Holmes.
-Si, bastante.-respondió rápidamente Harry dándose cuenta de su error.

Lestrade reaccionó rápidamente al darse cuenta el también.

-Si no nos dices la verdad, llamaremos a tus padres.

Watson y Holmes le miraron rápidamente con cara de espanto.

-¡Quiero un abogado!, me niego a hablar con este tipo.-les soltó enfadado.
-Ya puedes irte, Harry, pero no te vayas de la ciudad, es probable que te volvamos a llamar.
-De acuerdo-les dijo a regañadientes.

Unos minutos después se encontraban delante del Sr. Conejo.

-Buenosdías, muchachos-les saludó Conejo
-Buenosdías-le respondieron estos.
-Supongo que sabe porque le hemos hecho llamar.-le dijo Holmes
-Si, ha sido una pena la muerte de la Reina-dijo apenado.
-¿Dónde se encontraba cuando sucedió?-le preguntó Lestrade.
-Estaba en mi madriguera tomando un te con Alicia.
-¿De que conocías a la victima?-Siguió preguntando.
-En realidad no de mucho, era Alicia la que solía estar con ella, casi no hablábamos.
-¿Has visto alguna vez esto?-dijo Lestrade sacando el arma homicida.
-No, nunca.
-De acuerdo, puede irse pero recuerde no alejarse demasiado. Volveremos a llamarle.

Tras unos segundos de espera, Alicia entró en la sala. Se la veía muy nerviosa.

-Buenosdías-le saludo cordialmente Watson.
-Bue... Buenosdías. -respondió Alicia
-¿Qué tal todo Alicia?-le pregunto Watson intentando tranquilizarla.
-Bie… Bien-le dijo y empezó sollozar- les prometo que yo no he sido.
-Tranquila, tranquila-le dijo Holmes-¿Dónde estabas cuando ocurrió todo?
-Es… Estaba con el, el Señor Conejo…
-¿Y que hacíais?
-To…tomábamos café.
-Café… o té…-pensó Holmes. Algo no cuadraba.
-¿De que conocías a la victima?
-Me invito a su castillo, hace mucho. He hicimos amistad-dijo más tranquila.
-¿Y al señor conejo?
-Al…al señor Conejo, lo conocí la primera vez que fui al Pais de las maravillas, fue mi guía.
-Bien, muchas gracias, puede irse Señorita.

Alicia salió de la sala con paso ligero, y nada más cerrar la puerta los detectives empezaron ha compartir opiniones.

-Y bien, ¿que pensáis?-pregunto Holmes.
-Pienso que ha sido Harry, utilizó la excusa de sus padres para largarse sin terminar el interrogatorio. Tiene acceso a la espada.-dijo Lestrade.
-Discrepo, Harry no tenía motivos, pienso que ha podido ser Alicia.-compartió Watson
-¿La pobre chica? Lo dudo -respondió Lestrade
-No lo descartes, pero yo esperaría a interrogar al Sr. Longbotton y de nuevo a Harry.
-Si, creo que será lo más acertado-le apoyó Watson.
-Como queráis- les dijo Lestrade


A la mañana siguiente se reunieron otra vez en la misma sala.

-Buenosdías, a todos.-dijo uno.
-Igualmente-respondieron los otros dos.

Lestrade salió y pidió a Longbotton que entrara. Este entró con una bolsa de deporte que dejó a sus pies al sentarse. Después de saludarse adecuadamente le preguntó Lestrade.

-¿Conoces el motivo por el que te hemos hecho venir?
-Si, desgraciadamente si.
-¿Conoces esa espada?-preguntó señalando a la espada que estaba encima de la mesa
-Si es la espada de Griffindor, sin embargo no es la verdadera, la verdadera la tengo yo-les dijo abriendo la bolsa de deporte y sacando una espada exactamente igual a la que había dentro de la bolsa de plástico.
-Sorprendente…¿Sabes que hace esa falsa espada ahí?-le preguntó Holmes
-No, sin embargo se de quien es.
-¿De quien?- le increpó Lestrade
-De Harry, hicimos una imitación para que el también la tuviese.
Lestrade miro a Holmes y después a Watson con aires de triunfo.
-¿Dónde estabas a la hora del crimen?-siguió preguntando Watson.
-En Hogwarts, exactamente en la casa común de Griffindor. El retrato guardián puede demostrarlo.
-Bien muchas gracias, puedes marcharte.
-Gracias a vosotros, espero que encuentren al asesino.
-Eso haremos-le aseguraron. Lestrade acompañó a Longbotton y se quedo fuera mientras Harry entraba.

-Bienvenido de nuevo- le dijo Holmes a Harry
-Gracias
-Harry, ¿esta espada es la verdadera?
-¿Por qué debería de saberlo?
-Por que es tuya-le aclaró Watson
-¿Mia? ¡No! La mia la tiene el Sr. Conejo
-¿el señor conejo? ¿De que lo conoces?
-Lo conocí en el entierro de mi padrino Sirius. Y se interesó mucho por ella, así que se la pedí a Longbottom para hacer una copia, la cual entregué al señor Conejo.
-Comprendo-dijo ligeramente contrariado Lestrade.
-Puede marcharse.
-Gracias

Después hicieron un descanso para ir a comer.

-¿Quien creéis que ha sido?-preguntó Holmes
- ¡El conejo! El tenía la espada, y pudo matarla por que en el fondo la odiaba- le respondió Lestrade .
-Sin embargo tiene una cuartada sólida…-pensó en voz alta Watson
-No se si os disteis cuenta de que Alicia dijo que fueron a tomar un café y el dijo un té…-siguió Holmes.
-Pudo ser simplemente porque ella tomó café y el té.-les dijo Watson
-Si puede ser eso…-dijo no muy convencido Holmes
-Estoy seguro de que es él-insistio Lestrade
-Debemos interrogar de nuevo al Sr. Conejo.-propuso Watson.

Una hora después estaban de nuevo en la sala junto al Sr Conejo. Despues de los saludos empezó de nuevo el interrogatorio.

-Nuevas informaciones nos hacen pensar que el arma del crimen era tuya.-empezó Lestrade
-¿Mia? No creo.
-El señor Harry ha dejado claro que te la prestó.-le acusó Watson
-Sí, pero no es mía es suya. Además me la robaron, no sé quien era.
-¿Puedes describirlo?
-Si, fue un chaval moreno y con cara de panoli.
-Espere un momento-le dijo Holmes y fue a buscar a Longbotton.

Cinco minutos más tarde llego Sherlock con Longbotton.

-¿Es este? –preguntó
-¡Si! Es él.-

Nada más terminar la frase Longbotton se zafó de Holmes y salió huyendo.

-¡Maldita sea!- gritó

Holmes se lanzó a su persecución junto con Watson. Entre los dos consiguieron cerrarle el paso y esposarle.

-Juro que yo no fui, fue la chica y el conejo, ellos me obligaron -gritó.

Watson buscó al señor conejo, pero ya no estaba. Alicia llevaba un rato sentada fuera. Al verlos, salió corriendo de la comisaría imaginándose que Longbotton se había chivado. Sherlock y Watson la persiguieron. Al girar la esquina la perdieron de vista, pero Watson, al llegar a esta, vio de reojo un ligero movimiento en un callejón que había detrás de la comisaría y salió corriendo tras ella. Alicia con un rápido movimiento de parkour saltó un muro que se encontraba en su camino pero Watson tras intentarlo repetidamente se rindió, nunca conseguiría saltarlo. Alicia ya se creía libre cuando al girar la esquina se dio de bruces con Holmes que intentó agarrarla, pero nuevamente se escapó. Holmes la siguió pero ella sacó un pequeño revolver y disparó hacia él con tan buena puntería con para acertarle en un rodilla impidiendo su persecución. Alicia siguió corriendo, pero se encontró con el Señor Conejo apuntándola con una recortada.

-¡No te muevas! Tira el arma y no te muevas, ¡en nombre de la Reina!
-¡Eras tú! Maldito traidor...pero ya no puedes hacer nada por tu querida Reina.

El Señor Conejo la apresó y esperó a que llegasen los detectives.

Dos días después, Holmes entregó el informe al inspector Lestrade. En este ponía todo con grandes detalles, especificando la razón:

La víctima fue asesinada por Alicia Sunderland la cual pertenecía a un grupo de resistencia anti-monárquico que intentaba derrocar a La Reina de Corazones. A este grupo pertenecían tanto Alicia y Longbotton como el Conejo, sin embargo este último era un infiltrado al servicio de la Reina que velaba porque todos sus misiones fallaran. Lamentablemente el asesinato de la Reina no pudo evitarse, Alicia sospechaba de un infiltrado y dio muy pocos detalles ocupándose ella misma de la operación "Jaque Mate".

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